Esta es una de las primeras veces en las que me dedico a pensar con mayor profundidad sobre qué constituye para mí la psicología, ¿si de ella se obtienen beneficios personales, sociales o simplemente existe de por medio un interés económico o de prestigio?
Entre las ideas que vienen a mi mente es una frase que una psicóloga amiga me había dicho hace ya algún tiempo: “la psicología consiste muchas veces en darle felicidad a las personas”; aunque particularmente creo que asignarnos tal responsabilidad es una osadía, esta es una idea que se apega en gran manera.
Uno de los principios con los que más me identifico mucho es la congruencia entre lo que se dice y se hace, y aunque aspirar a ser enteramente congruente en la vida resulta muchas veces imposible, sí considero esencial el constante trabajo propio, la sanidad mental y espiritual, y éstas no solamente para beneficio personal, sino también para el bienestar del paciente mismo; creo que esta es una de las razones por las que me gusta tanto la psicología. La vida no es para soportarla, o para sobrellevarla mientras dure, y muchas veces la función del terapeuta es enseñar a la persona a vivir mejor, a tener calidad de vida, aun desde lo más básico.
¡Cuánta gente tiene problemas por no saber expresar el afecto o la disconformidad, por no poder sostener una conversación o simplemente por llevar estilos de vida no saludables! por ejemplo, pensando que divertirse es llegar a la casa a las tres de la madrugada alcoholizado, o trabajando tanto que no se “tiene tiempo” la familia o para sí mismo. Una de las funciones de la psicoterapia es quitar todos esos esquemas deformados y empezar a trabajar en aspectos un poco elementales como lo son el tiempo libre, el ejercicio, el sueño, la comunicación.
Desde la experiencia me he dado cuenta del poder curativo que tiene el hablar. La demanda que los pacientes hacen es, en gran medida, de alguien que les escuche sin censuras o juicios, es tener un ambiente para conversar de aquello que les inquieta o preocupa y nuestra función se limita a escuchar empáticamente, más que dar la respuesta exacta a los problemas temporales, u ofrecer las técnicas más novedosas que alivien permanentemente su dolor.
El simple hecho de estar a la disposición del individuo y ofrecer nuestra compañía en momentos de crisis, o dar una frase alentadora, brinda al paciente una esperanza, y particularmente creo que este es uno de los mejores aportes que como terapeutas se puede ofrecer; la esperanza de un mejor futuro, la esperanza de que trabajando juntos y esforzándonos se puede salir adelante.
Una de las mayores satisfacciones es ver cómo esa persona que originalmente parecía sin ánimo ni ilusiones sale con mayor expectativa, con una esperanza que la motiva a continuar su camino. Ver cómo, poco a poco, su semblante cambia y se empiezan a notar sonrisas en su rostro y, aunque la realidad continúe estando difícil, la actitud de esa persona ante las circunstancias cambie y mejore.
Como psicólogos se puede pretender alcanzar todo el conocimiento humano posible, sin embargo, no es hasta que nos vemos confrontados con la realidad en la que viven muchas personas que logramos comprender con nuestro corazón la verdad de las situaciones que nos rodean, las cuales son increíblemente distintas y particulares. No es hasta que éstas nos sea caladas en nuestro ser que adquirimos la verdadera experiencia, no con el simple conocimiento racional que ofrece la teoría, sino con la completa identificación e involucramiento de la realidad que día a día experimentan las personas, y este se alcanza, en alguna medida gracias a la psicología.
La vida tiene mucho más valor cuando se beneficia y bendice a otros!

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